Los pintores de cámara de la monarquía española Pintura 09/12/2020

El siglo XVI otorgó a los artistas una nueva condición social en las Cortes, como pintores de cámara. En España, el reinado de Felipe IV supuso el momento más culminante para este tipo de oficio con la presencia simultánea de dos de los grandes maestros de la pintura, Rubens y Velázquez. ¡Hoy os vamos a hablar de ellos!

Consideración social

Fue precisamente en la Italia renacentista donde por primera vez se dio este suceso que acabó revolucionando el plano artístico, en el que se les otorgó a los pintores una nueva condición social en las diferentes Cortes de la época.

A partir de ese momento muchos pintores quedaron vinculados al patronazgo de mecenas, sin limitarse a los ya habituales encargos individuales para empezar a mantener su patrocinio en condiciones de exclusividad.

Autorretrato de Peter Paul Rubens

Dicho oficio que como bien hemos dicho tuvo sus frutos primeramente en las Cortes italianas fue poco a poco aplicándose a otras Cortes de la Edad Moderna como Francia, Inglaterra, Portugal o España.

Aun así, durante prácticamente la primera mitad del siglo XVII aún eran muchos los pintores los que luchaban para que vieran reconocido su labor como un arte liberal, ya que hasta no bien alcanzando el siglo XVIII al artista se le tomaba muy poca consideración social al verse la pintura como un oficio mecánico. Su trabajo era tan despreciable que, obviando aquellos encargos que obtenían los grandes maestros por parte de la Iglesia o de la Corte, la inmensa mayoría de los artistas se ganaban la vida produciendo pinturas en serie, de todo tipo de géneros, que ellos mismos posteriormente vendían o en sus tiendas o en la venta ambulante.

Pintor de cámara

El pintor de cámara no era más que un artista designado para que realizase de forma habitual los encargos artísticos bien de una corte real o eclesiástica, especialmente enfocados a los retratos con funciones sociales, ideológicas o estéticas.

Dicho servicio le suponía contar con un status muy privilegiado con un rango que bien se podría comparar con el del chambelán (cargo cortesano que permitía el acceso a la cámara regia). Asimismo, ni que decir que contaban con un sueldo fijo en vez de un pago por obra encargada contando así con un carácter único y exclusivo, que implicaba al artista estar vinculado a su mecenas y a no emprender otros cargos sin que no hubiese autorización por parte del mismo. Igualmente, se les solía dar un título formal y una pensión alimenticia, así como otros pagos de diversas índoles, e incluso a tener potestad en las diferentes misiones políticas y diplomáticas.

Retrato de Carlos III por Anton Rafael Mengs

El reconocimiento individual que alcanzaron este tipo de artistas, sobre todo a partir del Renacimiento hizo que ya no solo los pintores buscaran dicho prestigio acogiéndose a los grandes mecenas de la época, sino que se llegó al punto de ser la Corte quien se encargaba de buscar a los grandes artistas para con ellos aumentar más aún su prestigio, como fue el caso de Tiziano, donde los reyes y emperadores acudían a su taller para ser retratados.

Sin embargo, no todos los grandes pintores que hoy día conocemos llegaron ser pintores de cámara; Caravaggio, Rembrandt, El Greco o Zurbarán nunca lograron serlo, ya fuera por decisión personal, por desacuerdos presupuestarios o por el simple rechazo de los propios reyes.

La pintura en la Corte Española

En la actualidad, la parte más importante de los fondos de los grandes museos europeos (el Prado, el Louvre, la National Gallery, el Hermitage, la Galería de los Uffizi…) se nutren principalmente de las colecciones reales de pintura que tuvieron sus comienzos en la producción de los pintores de las mismas cortes, a lo que se les añade las adquisiciones externas.

En España, los Reyes Católicos adoptaron el cargo de pintor de cámara como el pintor de mayor confianza del Rey, es decir, el que recibía los principales encargos de la Corte. Igualmente, a quienes desempeñaron la función de maestro – pintor para algunos miembros de la familia real, como fue el caso de Juan de Flandes para Isabel la Católica.

Carlos I

Carlos I por Tiziano

La práctica del retrato regio como forma de enaltecer la figura del monarca comenzaría con la dinastía de los Habsburgo. Carlos I encargó mayoritariamente obras religiosas y retratos siempre con un fin práctico, de imagen, pero sin interés de coleccionar. Tuvo a su servicio a Tiziano, a quien le otorgó la exclusividad de retratarlo. Igualmente, a su ordenes también se encomendaron Antonio Moro y Diego de Arroyo.

Felipe II

Felipe II por Sofonisba Anguissola

Su hijo Felipe II fue quien se encargó de valorar la Colección Real como un tesoro a preservar adscribiéndola a la Corona como patrimonio invisible. Este reunió numerosas pinturas que fueron compradas anteriormente por su padre, otras heredadas de su abuela Juana, a las que él añadió otras importantes obras principalmente de la mano de El Bosco. En su caso entre sus pintores oficiales se encontraban Alonso Sánchez Coello, Sofonisba Anguissola, Juan Pantoja de la Cruz y Juan Fernández de Navarrete.

Felipe III

Felipe III por Bartolomé González y Serrano

Felipe III es cierto que no contó con grandes artistas de renombre internacional a su servicio como si lo hicieron su padre y su abuelo, pero tuvo a Pantoja de la Cruz, a Rodrigo de Villandrando y a Bartolomé González y Serrano.

Felipe IV

Felipe IV por Velázquez

Felipe IV marcó un antes y un después considerándose una época dorada de la pintura en España gracias a su política de compras por toda Europa, y encargar diversos programas pictóricos con los que decorar sus palacios a los grandes artistas, un hecho que hizo que la Colección Real alcanzase un nivel muy por encima del resto de colecciones reales europeas.

A su servicio tuvo simultáneamente a Velázquez y a Rubens, así como a una completa generación de artistas barrocos españoles entre los que se encontraban Alonso Cano y Juan Bautista Martínez del Mazo.

Carlos II

Carlos II por Luca Giordano

Carlos II logró poner a su servicio al pintor de mayor reputación de Europa por aquellos entonces, Luca Giordano, trayéndolo desde Nápoles para encargarle numerosas obras reales, retratos y decoraciones.

Además, se encargó de preservar la unidad de la colección real prohibiendo su venta o desmembrándola. Impidió, por ejemplo, que la pintura de la Adoración de los Reyes Magos de Rubens fuera enviada Alemania por su esposa Mariana de Neoburgo como regalo a su padre, aunque de lo contrario, no pudo evitar que Mariana enviase a su hermano otro lienzo del flamenco, la Reconciliación de Esaú y Jacob, hoy en la Staatsgalerie Schleissheim.

Igualmente, también conto en su Corte con otros muchos pintores tales como Juan Carreño de Miranda, Francisco Ricci, Sebastián Herrera Barnuevo, Claudio Coello y Juan Bautista Simó.

Los Borbones

Ya en el siglo XVIII, la llegada de los Borbones hizo que se diversificase la procedencia de los pintores de cámara dado que durante el reinado de la Casa de Austria habían sido mayoritariamente italianos o flamencos.

Con Felipe V, primer miembro de la nueva dinastía, se produjo un terrible suceso, el incendio del Alcázar de Madrid, en el año 1734, en el que se perdieron muchas de las obras maestras que formaban parte de la Colección Real. Sobre su terreno, se construyó el actual Palacio de Oriente, y tanto para su decoración como para la del Palacio de la Granja se adquirieron una cantidad considerable de obras (de Poussin, Claudio de Lorena, Velázquez…), así como la colección de escultura clásica de Cristina de Suecia.

La família de Felipe V por Louis-Michel Van Loo

Además, Felipe V, tras la muerte de su padre en el año 1711 heredó la colección de artes decorativas conocida como el Tesoro del Delfín. En cuanto a pintores a su servicio contó con Miguel Jacinto Meléndez, Louis Michel van Loo y Michel Ange Louase.

Su sucesor, Fernando VI, tuvo a pintores como Antonio González Ruiz, Corrado Giaquinto y Jacopo Amigoni.

Carlos III se encargó de comprar importantes piezas como la de Judith en el banquete de Holofernes de Rembrandt, y fue a quien le debemos hoy día la construcción que ocupa el Museo del Prado. Para su Corte contó con artistas como Mariano Salvador Maella y Antonio Rafael Mengs.

Carlos III por Francisco de Goya y Lucientes

A Carlos IV aún se le recuerda por su enorme sensibilidad artística, aunque muy especialmente por ser el mecenas de Francisco de Goya. Además, gran parte de la colección de pintura neoclásica que vemos hoy en el Museo del Prado fue adquirida precisamente por él.

Esteve y Marqués y Agustín (copia de Francisco Goya y Lucientes)

Goya fue también el pintor de Fernando VII, así como Vicente López, Juan Antonio Ribera y Bartolomé Montalvo. Vicente López y Ribera lo fueron a su vez de su hija, la reina Isabel II, a quien retrataron otros muchos grandes artistas como Joaquín Domínguez Becquer, Carlos Luis de Ribera y Fieve, José de Madrazo y su hijo Federico.